A pesar de que a simple vista, nuestro cepillo no parezca viejo, a nivel microscópico contiene ciertas imperfecciones nocivas para nuestra salud bucodental y por tanto, para nuestra salud en general.
Los cepillos de dientes están hechos con cerdas de nailon que es un material que presenta una buena resistencia, flexibilidad y facilidad en el secado, lo que ayuda a evitar la contaminación por posibles bacterias. Sin embargo, a pesar de estas ventajas, las cerdas se van debilitando y doblando con el tiempo, tras cada cepillado, lo que hace que poco a poco vayan perdiendo su eficacia, incluso pueden causar daños en las encías durante el cepillado, provocando tanto inflamación, como sangrado del tejido blando o retracción de las mismas.
Si queremos evitar esto, debemos cambiar nuestro cepillo de dientes al menos cada tres o cuatro meses porque pierde eficacia y es más complicado que las cerdas puedan llegar a ciertos recovecos entre los dientes. Además, aumenta la probabilidad de que se cultiven grandes cantidades de gérmenes, hongos y bacterias.
Por todo ello, además de cambiar el cepillo, te recomendamos que siempre que lo uses, lo limpies bien con abundante agua y lo coloques en posición vertical, sin taparlo, para que se ventile y se seque rápidamente. También te aconsejamos que no guardes tu cepillo en un mismo recipiente junto con otros cepillos porque los microbios pueden esparcirse entre ellos.
También te recomendamos cambiar el cepillo dental después de haber padecido un resfriado, gripe o infecciones bucales, ya que los gérmenes pueden permanecer más tiempo en las cerdas del cepillo y ocasionar una nueva infección.